martes, 21 de enero de 2014

21 de Enero de 2014

  ¡Hola! Por fin un hueco para dedicarle a mi joven pero querido blog. Seguro que estabais pensando que estando a martes y no habiendo escrito aun nada nuevo, es que no tenía nada que contar del pasado fin de semana. Nada mas lejos de la realidad. Lo que pasa es que ayer no tuve la oportunidad de sentarme un rato.

  La primera experiencia digna de mención desde que os dejara el otro día es mi visita al mercado ambulante del barrio, o feria como lo llaman aquí. He de decir que me encantó la susodicha feria. Una especie de rastro, o “piojito” como decimos en Cádiz, pero principalmente de material fungible. Hermosas y ricas frutas y verduras traídas directamente del campo, especias de todo tipo, flores y plantas, aceite de oliva y aceitunas, huevos de corral y un sinfín de manjares de la pacha mama. Todo aderezado con un ambiente muy auténtico en el que el gentío compraba a su amor entre los ocurrentes gritos de guerra de los vendedores. Y encima a precios irrisorios, llené la nevera de fruta y verdura para toda la semana por muy poco dinero. Además, una vez degustados los productos, puedo asegurar que la vista no engañó al gusto, todas las frutas y verduras consumidas estaban exquisitas. Ya espero impaciente el próximo viernes.

  Ese mismo día, a eso de las siete de la tarde, dejé a Bea en la boca del metro de Santa Isabel, ya que tenía su primer turno de noche, y me dispuse a dar un paseo hasta casa de nuestro amigo Ale, donde me esperaba la bicicleta. Bicicleta que a pesar de haberla comprado para Bea, me ha hecho bastante avío desde el viernes. Para empezar, a eso de las doce y media de la noche, después de unas cervezas y un rico guacamole en grata compañía, me volví con ella a casa ahorrándome así el paseo de vuelta, que si bien es agradable, demora casi una hora caminando a buen ritmo.

  Una vez en casa, me dispuse a pasar mi primera noche solo. La verdad es que pensé que sería más difícil dormirme, pero entre lo cansado que estaba y el soberano mojón de película que me intenté tragar, caí rápidamente en un plácido sueño. A los que aún no la habéis visto no os recomiendo para nada Elysium, a no ser que os ponga el Matt Daemon o que queráis dormiros fulminantemente.

  La mañana del sábado la pasamos haciendo algunas compras por el centro, sobre todo ropa de trabajo para Bea, ya que aquí los hospitales no proveen al personal con la misma. Lo que por cierto ha llevado a que se creen todo tipo de modas y tendencias, y fruto de ello se convierte en misión imposible el distinguir a un médico de un enfermero o auxiliar, porque cada uno lleva la ropa del color, estampado o modelo que le da la real gana. Otra cosa que compramos el sábado y fue toda una odisea el encontrarlo fue un cubo para la fregona, menos mal que fui con la bici, porque tuve que dar cantidad de vueltas por supermercados y comercios sin éxito alguno. Hasta que se me ocurrió mirar en una ferretería, y ahí estaba esperándome el buscado cubo. Aquí el cubo de la fregona no es algo esencial en todas las casas, ya me enteraré de como limpian el suelo, pero desde luego que no lo hacen igual que en España.

  La tarde transcurrió entre el descanso merecido y necesario de Bea y una agradable lectura del libro que ya mencioné en la entrada anterior y que de momento, me sigue gustando.

  Y llegó la noche. Creo que no os había comentado que Bea tiene un amigo chileno (aunque es de origen uruguayo) que es bailarín y coreógrafo. Pues bien, la noche del sábado nos invitó a ver el último pase del espectáculo “Tacones Glam”, cuyas coreografías son fruto de su creatividad y saber hacer, y en el que también es uno de los bailarines principales. Era en el teatro San Ginés, un teatro modesto pero con mucho encanto situado en el Barrio de Bellavista. La función fue muy divertida, una mezcla de revista y cabaret aderezada con transformismos varios y con el humor genial de la presentadora, la que además cantó estupendamente en un par de números. Nos encantó. Debajo de la entrada os dejo un enlace a un vídeo por si alguien quiere hacerse una idea más concreta. Al término del asunto nos fuimos a cenar a un restaurante mexicano con Darwin (así se llama el amigo de Bea), su madre, y un amigo; y después de un rato muy agradable nos propusieron acompañarlos a una discoteca en la que hacían otro espectáculo, mas sencillo y breve, pero en la misma línea. ¡Alucinante! No había estado nunca en una discoteca de semejante calibre. Puedo decir que no es algo que nos atraiga en demasía, pero mereció la pena vivir la experiencia. Gogós con plataformas imposibles, drag queens, bailarines de contemporánea, bailarines trapecistas, un escenario cambiante, dobles alturas, y entre actuación y actuación música infernal de discoteca. Lo que hizo que a eso de las cuatro de la mañana, tras la actuación de nuestro amigo, pilláramos un taxi de vuelta a casa.

  El domingo nos levantamos tarde, como era de esperar. Y después de comer nos fuimos al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Aunque luego nos enteramos que la entrada a este museo es siempre gratuita, aquí los domingos son todos de entrada libre. Del museo salimos impactados, está muy bien montado y te da una idea bastante buena de como se desarrolló la dictadura en este país, desde el golpe de estado hasta el fin de la misma. Entre vellos de punta, ojos llorosos y curiosidad, te invade hasta lo mas hondo una sensación de rabia tremenda, no sólo por lo que allí se ve, si no por que somos conscientes de que esas mismas cosas están pasando aun a día de hoy en otros lugares del globo. Eso sí, tenemos que volver otro día por que para conservar bien los documentos tienen el aire acondicionado a todo trapo, así que como íbamos en manguita corta, después de hora y media en aquellas dependencias, nos pudo el frío.

  Sin saberlo, a la salida del museo nos esperaba otro momento de impacto, pero agradable en este caso. Junto a la boca de metro por la que nos volvíamos, hay un parque que comparte nombre con dicha boca, “Quinta Normal”, unas 40 ha de zonas verdes, bancos, fuentes y estanques. Ya nos habían comentado que las familias que no puede irse de vacaciones acuden los domingos a los parques como nosotros a la playa. Pero no imaginábamos de que manera, aquello era como la Caleta o Santa María un domingo de julio. Las familias con sus conjuntos de mesas, sillas y neveras, los niños corriendo por las fuentes en bañador y tirándose a los estanques, shows de malabaristas y payasos, funciones de títeres, niños pintando, perros jugando, abuelos paseando, gente leyendo a la sombra de los árboles, púberes jugando al fútbol, vendores ambulantes y como no, predicadores de tres al cuarto vendiendo la palabra de dios. ¡Impresionante!

  Bueno, en vista de que el día de ayer transcurrió de manera tranquila, y de que me extendido hoy más de la cuenta. Me despido hasta la próxima entrega. Parece que los fines de semana dan de si.

  Continuará...

PD: “Tacones y algo más” http://www.youtube.com/watch?v=F7A2pQnP6a0







6 comentarios:

  1. Gracias por los ánimos. Intentaré satisfacer tu curiosidad en un par de días... Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Un seguidor más de tus aventuras por Chile. Por cierto, soy Perico. Besos de Irene, Pedrito y un servidor para los dos. Me alegro que os vaya bien y os adaptéis a una nueva cultura tan rápido

    ResponderEliminar
  3. Me alegra mucho saber de vosotros. Un fuerte abrazo para los dos.

    ResponderEliminar
  4. Ni q decirte q cuando vaya a verte me llevas a la "Caleta" chilena,aunque este nevando...en

    ResponderEliminar
  5. Muy bueno el blog. La verdad es q lo sigo con mucho interés, por lo cultural y por la vinculación personal con los protagonistas. Os pido q sigais bien, q nos sigas ilustrando y por favor, lee a Bolaño!! De los mejores autores chilenos

    ResponderEliminar