¡Hola!
Por fin un hueco para dedicarle a mi joven pero querido blog. Seguro
que estabais pensando que estando a martes y no habiendo escrito aun
nada nuevo, es que no tenía nada que contar del pasado fin de semana. Nada mas lejos de la
realidad. Lo que pasa es que ayer no tuve la oportunidad de sentarme
un rato.
La
primera experiencia digna de mención desde que os dejara el otro día
es mi visita al mercado ambulante del barrio, o feria como lo llaman
aquí. He de decir que me encantó la susodicha feria. Una especie de
rastro, o “piojito” como decimos en Cádiz, pero principalmente
de material fungible. Hermosas y ricas frutas y verduras traídas
directamente del campo, especias de todo tipo, flores y plantas,
aceite de oliva y aceitunas, huevos de corral y un sinfín de
manjares de la pacha mama. Todo aderezado con un ambiente muy
auténtico en el que el gentío compraba a su amor entre los
ocurrentes gritos de guerra de los vendedores. Y encima a precios
irrisorios, llené la nevera de fruta y verdura para toda la semana
por muy poco dinero. Además, una vez degustados los productos, puedo
asegurar que la vista no engañó al gusto, todas las frutas y
verduras consumidas estaban exquisitas. Ya espero impaciente el
próximo viernes.
Ese
mismo día, a eso de las siete de la tarde, dejé a Bea en la boca
del metro de Santa Isabel, ya que tenía su primer turno de noche, y
me dispuse a dar un paseo hasta casa de nuestro amigo Ale, donde me
esperaba la bicicleta. Bicicleta que a pesar de haberla comprado para
Bea, me ha hecho bastante avío desde el viernes. Para empezar, a eso
de las doce y media de la noche, después de unas cervezas y un rico
guacamole en grata compañía, me volví con ella a casa ahorrándome
así el paseo de vuelta, que si bien es agradable, demora casi una
hora caminando a buen ritmo.
Una
vez en casa, me dispuse a pasar mi primera noche solo. La verdad es
que pensé que sería más difícil dormirme, pero entre lo cansado
que estaba y el soberano mojón de película que me intenté tragar,
caí rápidamente en un plácido sueño. A los que aún no la habéis
visto no os recomiendo para nada Elysium, a no ser que os ponga el
Matt Daemon o que queráis dormiros fulminantemente.
La
mañana del sábado la pasamos haciendo algunas compras por el
centro, sobre todo ropa de trabajo para Bea, ya que aquí los
hospitales no proveen al personal con la misma. Lo que por cierto ha
llevado a que se creen todo tipo de modas y tendencias, y fruto de
ello se convierte en misión imposible el distinguir a un médico de
un enfermero o auxiliar, porque cada uno lleva la ropa del color,
estampado o modelo que le da la real gana. Otra cosa que compramos el
sábado y fue toda una odisea el encontrarlo fue un cubo para la
fregona, menos mal que fui con la bici, porque tuve que dar cantidad
de vueltas por supermercados y comercios sin éxito alguno. Hasta que
se me ocurrió mirar en una ferretería, y ahí estaba esperándome
el buscado cubo. Aquí el cubo de la fregona no es algo esencial en
todas las casas, ya me enteraré de como limpian el suelo, pero desde
luego que no lo hacen igual que en España.
La
tarde transcurrió entre el descanso merecido y necesario de Bea y
una agradable lectura del libro que ya mencioné en la entrada
anterior y que de momento, me sigue gustando.
Y
llegó la noche. Creo que no os había comentado que Bea tiene un
amigo chileno (aunque es de origen uruguayo) que es bailarín y
coreógrafo. Pues bien, la noche del sábado nos invitó a ver el
último pase del espectáculo “Tacones Glam”, cuyas coreografías
son fruto de su creatividad y saber hacer, y en el que también es
uno de los bailarines principales. Era en el teatro San Ginés, un
teatro modesto pero con mucho encanto situado en el Barrio de
Bellavista. La función fue muy divertida, una mezcla de revista y
cabaret aderezada con
transformismos varios y con el humor genial de la presentadora, la
que además cantó estupendamente en un par de números. Nos encantó.
Debajo de la entrada os dejo un enlace a un vídeo por si alguien
quiere hacerse una idea más concreta. Al término del asunto nos
fuimos a cenar a un restaurante mexicano con Darwin (así se llama el
amigo de Bea), su madre, y un amigo; y después de un rato muy
agradable nos propusieron acompañarlos a una discoteca en la que
hacían otro espectáculo, mas sencillo y breve, pero en la misma
línea. ¡Alucinante! No había estado nunca en una discoteca de
semejante calibre. Puedo decir que no es algo que nos atraiga en
demasía, pero mereció la pena vivir la experiencia. Gogós con
plataformas imposibles, drag queens, bailarines de contemporánea,
bailarines trapecistas, un escenario cambiante, dobles alturas, y
entre actuación y actuación música infernal de discoteca. Lo que
hizo que a eso de las cuatro de la mañana, tras la actuación de
nuestro amigo, pilláramos un taxi de vuelta a casa.
El
domingo nos levantamos tarde, como era de esperar. Y después de
comer nos fuimos al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
Aunque luego nos enteramos que la entrada a este museo es siempre
gratuita, aquí los domingos son todos de entrada libre. Del museo
salimos impactados, está muy bien montado y te da una idea bastante
buena de como se desarrolló la dictadura en este país, desde el
golpe de estado hasta el fin de la misma. Entre vellos de
punta, ojos llorosos y curiosidad, te invade hasta lo mas hondo una
sensación de rabia tremenda, no sólo por lo que allí se ve, si no
por que somos conscientes de que esas mismas cosas están pasando aun
a día de hoy en otros lugares del globo. Eso sí, tenemos que volver
otro día por que para conservar bien los documentos tienen el aire
acondicionado a todo trapo, así que como íbamos en manguita corta,
después de hora y media en aquellas dependencias, nos pudo el frío.
Sin
saberlo, a la salida del museo nos esperaba otro momento de impacto,
pero agradable en este caso. Junto a la boca de metro por la que nos
volvíamos, hay un parque que comparte nombre con dicha boca, “Quinta
Normal”, unas 40 ha de zonas verdes, bancos, fuentes y estanques.
Ya nos habían comentado que las familias que no puede irse de
vacaciones acuden los domingos a los parques como nosotros a la
playa. Pero no imaginábamos de que manera, aquello era como la
Caleta o Santa María un domingo de julio. Las familias con sus
conjuntos de mesas, sillas y neveras, los niños corriendo por las
fuentes en bañador y tirándose a los estanques, shows de
malabaristas y payasos, funciones de títeres, niños pintando,
perros jugando, abuelos paseando, gente leyendo a la sombra de los
árboles, púberes jugando al fútbol, vendores ambulantes y como no,
predicadores de tres al cuarto vendiendo la palabra de dios.
¡Impresionante!
Bueno,
en vista de que el día de ayer transcurrió de manera tranquila, y
de que me extendido hoy más de la cuenta. Me despido hasta la
próxima entrega. Parece que los fines de semana dan de si.
Continuará...
PD:
“Tacones y algo más” http://www.youtube.com/watch?v=F7A2pQnP6a0
Deseando leer el siguiente...
ResponderEliminarGracias por los ánimos. Intentaré satisfacer tu curiosidad en un par de días... Un abrazo.
ResponderEliminarUn seguidor más de tus aventuras por Chile. Por cierto, soy Perico. Besos de Irene, Pedrito y un servidor para los dos. Me alegro que os vaya bien y os adaptéis a una nueva cultura tan rápido
ResponderEliminarMe alegra mucho saber de vosotros. Un fuerte abrazo para los dos.
ResponderEliminarNi q decirte q cuando vaya a verte me llevas a la "Caleta" chilena,aunque este nevando...en
ResponderEliminarMuy bueno el blog. La verdad es q lo sigo con mucho interés, por lo cultural y por la vinculación personal con los protagonistas. Os pido q sigais bien, q nos sigas ilustrando y por favor, lee a Bolaño!! De los mejores autores chilenos
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