Buenas.
¿Qué tal ese fin de semana? Por aquí para variar, de lujo. Una vez
más, mejor de lo esperado.
Después
de dejaros el sábado, tal y como os vaticinaba, nos bajamos a la piscina
a echar la mañana, y después de unos baños y un rato de sol, que
por cierto en Chile es bastante peligroso debido a que cae por aquí
arriba el agujerito de la capa de ozono, nos subimos a preparar una
buena comida mexicana. Fajitas de pollo y como no, repetimos el
guacamole de la noche anterior por aquello de darle salida a las
paltas que aun nos quedaban en la nevera, o refri como se dice por
estas latitudes. Por supuesto nuestro nuevo amigo David no pudo
faltar a semejante degustación de manjares. Después de la comida,
que por cierto se demoró hasta casi la hora de la merienda,
estuvimos jugando a las cartas de juego de tronos. Tras una larga batalla en la que lobos huargos, dragones y
conspiradores varios se cruzaban en enrevesados retos, hablamos con
nuestros amigos chilenos que conocimos en la cevichada con el fin de
saber si podíamos vernos para, entre otras cosas, presentárselos a
David.
Una
vez más nos acogieron alegremente y nos invitaron a pasar un rato en
una casa de campo que tiene la familia de uno de ellos. Camilo, quien
por cierto escribe y para mi gusto lo hace bastante bien. Es un
crack. Pues bien, cuando llegamos estaban de post-asado, bebiendo
vino y jugando al truco argentino.
Como no podía ser de otra manera (frase muy de moda entre la clase
política española), los tres quisimos aprender rápidamente. Al
principio se nos resistió el jueguecito, ya que es bastante
complejo, tanto por la jerarquía que siguen las cartas, como por ser
dos juegos en uno, además de que se juega en parejas o equipos de
tres (si digo tríos seguro que malpensais) y hay que comunicarse por
señas entre compañeros. Finalmente aprendimos el asunto y echamos
unas partidillas. Pillamos lo básico, pero si queremos seguir
jugando con esta gente debemos perfeccionar nuestra forma de jugar.
Por cierto que acá en Chile solo se juega en el sur, pero muchos de
los amigos de Camilo residen en Buenos Aires y allí, amigos míos,
el truco es deporte e insignia nacional.
Después
de sendas botellas de vino empezaba a refrescar, así que lo
dispusimos todo para una estupenda hoguera y nos trasladamos de las
mesas a unos simpáticos columpios que organizamos en torno al fuego.
Una vez ubicados en tan acogedor emplazamiento, estuvimos desvariando
y jugando a la batata,
que es un juego simple de entender pero no por ello menos difícil,
ya que se trata de definir una palabra secreta (la batata)
con palabras que solo contengan la vocal “a”. Por ejemplo para
definir edredón, que sería en este caso la batata, podríamos decir: tapa la cama. Muy divertido para ese tipo de
momentos. Estábamos tan a gusto que cuando nos dimos cuenta eran mas
de las cuatro de la mañana. Y lo mejor fue que David congenió tan
bien con esta gente, que allí lo dejamos en tan grata compañía.
Después nos enteramos de que una vez más, la fiesta se extendió hasta
el alba.
El
domingo descubrimos la otra feria del barrio, en la que además de
los habituales puestos de frutas y verduras, montan seis puestecitos
en los que venden productos de la mar. ¡Cómo echábamos de menos el
pescado! Pero ya sabemos donde surtirnos del mismo. Así pues,
compramos una reineta a muy buen precio y nos la comimos regada con
papas, cebolla y vino blanco. Una vez más, estupenda materia prima la de
estas ferias. Después de comer, Bea se puso a terminar un trabajo de
un curso que había dejado pendiente en Cádiz, y yo me tragué
Rainman, que doblada
al mexicano me hizo mucha gracia.
Ayer
lunes estrenamos el cuarto de invitados. David no sabe aún si se
queda en Santiago o si lo mandan dos meses a Calama, está intentando
evitar esto último ya que todo el mundo dice que es una ciudad
feísima y para colmo súper árida. Vamos, una maravilla. Por
cierto, que me perdonen los calameños, pero el juicio de valor no lo
he hecho yo, sino los propios chilenos. No tengo el gusto de
conocerla. Bueno, a lo que iba, que mientras no le aseguren a David
que se queda aquí en Santiago, no puede alquilar piso, y para que no esté solo
y gastando el dinero en hoteles (y porque trae Playstation)
le hemos ofrecido quedarse en casa.
Pues
nada, ayer toda la mañana trabajando y haciendo cosas útiles, y
toda la tarde jugando al PES 2013, que
ya echaba yo de menos darle a unos botoncitos.
Vamos, que estamos en un sin vivir.
Continuará...