martes, 28 de enero de 2014

28 de Enero de 2014

  Buenas. ¿Qué tal ese fin de semana? Por aquí para variar, de lujo. Una vez más, mejor de lo esperado.

  Después de dejaros el sábado, tal y como os vaticinaba, nos bajamos a la piscina a echar la mañana, y después de unos baños y un rato de sol, que por cierto en Chile es bastante peligroso debido a que cae por aquí arriba el agujerito de la capa de ozono, nos subimos a preparar una buena comida mexicana. Fajitas de pollo y como no, repetimos el guacamole de la noche anterior por aquello de darle salida a las paltas que aun nos quedaban en la nevera, o refri como se dice por estas latitudes. Por supuesto nuestro nuevo amigo David no pudo faltar a semejante degustación de manjares. Después de la comida, que por cierto se demoró hasta casi la hora de la merienda, estuvimos jugando a las cartas de juego de tronos. Tras una larga batalla en la que lobos huargos, dragones y conspiradores varios se cruzaban en enrevesados retos, hablamos con nuestros amigos chilenos que conocimos en la cevichada con el fin de saber si podíamos vernos para, entre otras cosas, presentárselos a David.

  Una vez más nos acogieron alegremente y nos invitaron a pasar un rato en una casa de campo que tiene la familia de uno de ellos. Camilo, quien por cierto escribe y para mi gusto lo hace bastante bien. Es un crack. Pues bien, cuando llegamos estaban de post-asado, bebiendo vino y jugando al truco argentino. Como no podía ser de otra manera (frase muy de moda entre la clase política española), los tres quisimos aprender rápidamente. Al principio se nos resistió el jueguecito, ya que es bastante complejo, tanto por la jerarquía que siguen las cartas, como por ser dos juegos en uno, además de que se juega en parejas o equipos de tres (si digo tríos seguro que malpensais) y hay que comunicarse por señas entre compañeros. Finalmente aprendimos el asunto y echamos unas partidillas. Pillamos lo básico, pero si queremos seguir jugando con esta gente debemos perfeccionar nuestra forma de jugar. Por cierto que acá en Chile solo se juega en el sur, pero muchos de los amigos de Camilo residen en Buenos Aires y allí, amigos míos, el truco es deporte e insignia nacional.

  Después de sendas botellas de vino empezaba a refrescar, así que lo dispusimos todo para una estupenda hoguera y nos trasladamos de las mesas a unos simpáticos columpios que organizamos en torno al fuego. Una vez ubicados en tan acogedor emplazamiento, estuvimos desvariando y jugando a la batata, que es un juego simple de entender pero no por ello menos difícil, ya que se trata de definir una palabra secreta (la batata) con palabras que solo contengan la vocal “a”. Por ejemplo para definir edredón, que sería en este caso la batata, podríamos decir: tapa la cama. Muy divertido para ese tipo de momentos. Estábamos tan a gusto que cuando nos dimos cuenta eran mas de las cuatro de la mañana. Y lo mejor fue que David congenió tan bien con esta gente, que allí lo dejamos en tan grata compañía. Después nos enteramos de que una vez más, la fiesta se extendió hasta el alba.

  El domingo descubrimos la otra feria del barrio, en la que además de los habituales puestos de frutas y verduras, montan seis puestecitos en los que venden productos de la mar. ¡Cómo echábamos de menos el pescado! Pero ya sabemos donde surtirnos del mismo. Así pues, compramos una reineta a muy buen precio y nos la comimos regada con papas, cebolla y vino blanco. Una vez más, estupenda materia prima la de estas ferias. Después de comer, Bea se puso a terminar un trabajo de un curso que había dejado pendiente en Cádiz, y yo me tragué Rainman, que doblada al mexicano me hizo mucha gracia.

  Ayer lunes estrenamos el cuarto de invitados. David no sabe aún si se queda en Santiago o si lo mandan dos meses a Calama, está intentando evitar esto último ya que todo el mundo dice que es una ciudad feísima y para colmo súper árida. Vamos, una maravilla. Por cierto, que me perdonen los calameños, pero el juicio de valor no lo he hecho yo, sino los propios chilenos. No tengo el gusto de conocerla. Bueno, a lo que iba, que mientras no le aseguren a David que se queda aquí en Santiago, no puede alquilar piso, y para que no esté solo y gastando el dinero en hoteles (y porque trae Playstation) le hemos ofrecido quedarse en casa.

  Pues nada, ayer toda la mañana trabajando y haciendo cosas útiles, y toda la tarde jugando al PES 2013, que ya echaba yo de menos darle a unos botoncitos. 

  Vamos, que estamos en un sin vivir.

  Continuará...





sábado, 25 de enero de 2014

25 de Enero de 2014

 ¿Me echabais de menos? No creo que mucho, pero bromas aparte, ya con la rutina más o menos establecida, los días entre semana dan para menos historias. De todas formas, aunque no tengo gran cosa que contar, me apetecía dedicarle un ratito a este asunto del blog.

  ¡Ya tengo bicicleta yo también! Y ya hemos podido ir los dos juntos con ellas por las calles santiaguinas. Por supuesto por la acera, o vereda, que es mas de aquí, ya que no nos atrevemos todavía a compartir carril con los autos locos, porque si bien los chilenos son bien tranquilos en general, todo su nivel de estrés da la cara cuando se ponen al volante. El primer desplazamiento ha sido al centro, donde quedamos en plan cita a ciegas con un nuevo compañero de Bea que acaba de llegar a Santiago. Quedamos con él en la puerta de la Catedral, que por cierto es preciosa, al menos por fuera, ya que por dentro no pudimos verla porque estaban a punto de cerrar. Pues esperamos a David con incertidumbre, y después de un ratito de demora debido a que no tuvo en cuenta la magnitud de las distancias en esta gran urbe, apareció un chaval joven, de aspecto agradable y con pinta de ser afín a nosotros. Y así es, para que os hagáis una idea, además de traer su correspondiente maleta grande cargada de ropa, zapatos y enseres personales, traía una maleta de mano cargada con diversos aperos lúdicos. Entre ellos, el Bang, que es un juego de cartas al que somos bastante asiduos y que a pesar de tener en posesión dejamos en Cádiz, el juego de cartas de Juego de Tronos, y el producto estrella, la Playstation 3, con su correspondiente juego de fútbol. Por supuesto ya los hemos usado para amenizar nuestro día a día. ¡Qué frikis somos!

  La primera quedada con David fue por la tarde, pero estábamos tan a gusto conversando que terminamos caminando hasta casa y comprando unas cervezas en la botillería, que no es otra cosa que las tiendas donde venden las bebidas etílicas, además de en los supermercados. Y después de armarnos de un six-pack de nuestra querida Escudo, pasamos por el Sésamo a por unos bocadillos. Los bocatas de ese lugar son tan exquisitos como brutales. Y además te dan a elegir el pan, que puede ser amasado (para mi el mejor), que es una especie de mollete pero más crujiente; frica, similar al pan de hamburguesa; o pan de molde tamaño XXL. Por cierto lo de six-pack no es otra cosa que un pack de seis latas de cerveza, ya sé que lo del pack de seis es obvio, pero podrían ser seis botellines o seis litronas.

  Lo del pan aquí es una maravilla, no es como en Cádiz que hay mil panaderías y a la vez ninguna, ya que panadería debe ser un lugar donde se hace pan, no donde se mete al horno el fabripan o sucedáneo de pan que tristemente nos acompaña desde unos años atrás en nuestras mesas españolas. Aquí, excepto en los supermercados grandes, que sí es pan precocido, en el resto de lugares es pan de verdad, PAN con mayúsculas. Cómo lo echaba de menos. Y el pan estrella de este país se llama marraqueta, que son como dos piezas unidas, tiernas y sabrosas. Nos encanta.

  ¡Casi se me olvida! Hemos pasado nuestro primer temblor, o sismo sensible como le dicen en los informes científicos. Eso sí, sensible para el que tuviera algún sentido disponible, ya que fue a eso de las seis de la mañana y nos enteramos luego. Ya me dijeron los que me conocen bien que era lo que iba a pasar, ya que saben que duermo como un lirón, y como podéis imaginar Bea también. ¿O como pensáis que pudo aguantar dormir conmigo cuando era un pedazo de gordo? Roncaba cual oso pardo. Por suerte, el oso se ha quedado hibernando en la cueva junto con los treinta kilos que he perdido, y espero que no salgan nunca del boquete, ni lo uno ni lo otro.

  Por último, ayer tuve la suerte de recorrer de nuevo la feria del barrio, y he vuelto a llenar la nevera de frutas y verduras exquisitas. Ayer Bea y yo, hicimos nuestro primer guacamole, que si bien es de origen mexicano, aquí se consume bastante por la abundancia de aguacates, o palta en términos locales. Entre que la materia prima era excelente, y que lo hicimos en equipo y con cariño, quedó riquísimo. En serio, ya sé que lo he dicho con anterioridad, pero son una pasada la calidad y el sabor de los productos que pueblan los tenderetes de la feria. Y no os he hablado del tamaño, todo gigante y sin modificaciones genéticas, para que os hagáis una idea, en la foto al pie, las cebollas están junto a unos pepinos que no son pequeños en absoluto. Cebollas como balones de reglamento.

  En la noche de ayer, a pesar de ser viernes, no hicimos nada debido al cansancio, y en unos minutos nos bajaremos a la piscina, que si bien lo de tener piscina en casa es de cuicos, no somos tan tontos como para no hacer uso de las comodidades que se nos ofrecen. Ciao.


  Continuará...



martes, 21 de enero de 2014

21 de Enero de 2014

  ¡Hola! Por fin un hueco para dedicarle a mi joven pero querido blog. Seguro que estabais pensando que estando a martes y no habiendo escrito aun nada nuevo, es que no tenía nada que contar del pasado fin de semana. Nada mas lejos de la realidad. Lo que pasa es que ayer no tuve la oportunidad de sentarme un rato.

  La primera experiencia digna de mención desde que os dejara el otro día es mi visita al mercado ambulante del barrio, o feria como lo llaman aquí. He de decir que me encantó la susodicha feria. Una especie de rastro, o “piojito” como decimos en Cádiz, pero principalmente de material fungible. Hermosas y ricas frutas y verduras traídas directamente del campo, especias de todo tipo, flores y plantas, aceite de oliva y aceitunas, huevos de corral y un sinfín de manjares de la pacha mama. Todo aderezado con un ambiente muy auténtico en el que el gentío compraba a su amor entre los ocurrentes gritos de guerra de los vendedores. Y encima a precios irrisorios, llené la nevera de fruta y verdura para toda la semana por muy poco dinero. Además, una vez degustados los productos, puedo asegurar que la vista no engañó al gusto, todas las frutas y verduras consumidas estaban exquisitas. Ya espero impaciente el próximo viernes.

  Ese mismo día, a eso de las siete de la tarde, dejé a Bea en la boca del metro de Santa Isabel, ya que tenía su primer turno de noche, y me dispuse a dar un paseo hasta casa de nuestro amigo Ale, donde me esperaba la bicicleta. Bicicleta que a pesar de haberla comprado para Bea, me ha hecho bastante avío desde el viernes. Para empezar, a eso de las doce y media de la noche, después de unas cervezas y un rico guacamole en grata compañía, me volví con ella a casa ahorrándome así el paseo de vuelta, que si bien es agradable, demora casi una hora caminando a buen ritmo.

  Una vez en casa, me dispuse a pasar mi primera noche solo. La verdad es que pensé que sería más difícil dormirme, pero entre lo cansado que estaba y el soberano mojón de película que me intenté tragar, caí rápidamente en un plácido sueño. A los que aún no la habéis visto no os recomiendo para nada Elysium, a no ser que os ponga el Matt Daemon o que queráis dormiros fulminantemente.

  La mañana del sábado la pasamos haciendo algunas compras por el centro, sobre todo ropa de trabajo para Bea, ya que aquí los hospitales no proveen al personal con la misma. Lo que por cierto ha llevado a que se creen todo tipo de modas y tendencias, y fruto de ello se convierte en misión imposible el distinguir a un médico de un enfermero o auxiliar, porque cada uno lleva la ropa del color, estampado o modelo que le da la real gana. Otra cosa que compramos el sábado y fue toda una odisea el encontrarlo fue un cubo para la fregona, menos mal que fui con la bici, porque tuve que dar cantidad de vueltas por supermercados y comercios sin éxito alguno. Hasta que se me ocurrió mirar en una ferretería, y ahí estaba esperándome el buscado cubo. Aquí el cubo de la fregona no es algo esencial en todas las casas, ya me enteraré de como limpian el suelo, pero desde luego que no lo hacen igual que en España.

  La tarde transcurrió entre el descanso merecido y necesario de Bea y una agradable lectura del libro que ya mencioné en la entrada anterior y que de momento, me sigue gustando.

  Y llegó la noche. Creo que no os había comentado que Bea tiene un amigo chileno (aunque es de origen uruguayo) que es bailarín y coreógrafo. Pues bien, la noche del sábado nos invitó a ver el último pase del espectáculo “Tacones Glam”, cuyas coreografías son fruto de su creatividad y saber hacer, y en el que también es uno de los bailarines principales. Era en el teatro San Ginés, un teatro modesto pero con mucho encanto situado en el Barrio de Bellavista. La función fue muy divertida, una mezcla de revista y cabaret aderezada con transformismos varios y con el humor genial de la presentadora, la que además cantó estupendamente en un par de números. Nos encantó. Debajo de la entrada os dejo un enlace a un vídeo por si alguien quiere hacerse una idea más concreta. Al término del asunto nos fuimos a cenar a un restaurante mexicano con Darwin (así se llama el amigo de Bea), su madre, y un amigo; y después de un rato muy agradable nos propusieron acompañarlos a una discoteca en la que hacían otro espectáculo, mas sencillo y breve, pero en la misma línea. ¡Alucinante! No había estado nunca en una discoteca de semejante calibre. Puedo decir que no es algo que nos atraiga en demasía, pero mereció la pena vivir la experiencia. Gogós con plataformas imposibles, drag queens, bailarines de contemporánea, bailarines trapecistas, un escenario cambiante, dobles alturas, y entre actuación y actuación música infernal de discoteca. Lo que hizo que a eso de las cuatro de la mañana, tras la actuación de nuestro amigo, pilláramos un taxi de vuelta a casa.

  El domingo nos levantamos tarde, como era de esperar. Y después de comer nos fuimos al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Aunque luego nos enteramos que la entrada a este museo es siempre gratuita, aquí los domingos son todos de entrada libre. Del museo salimos impactados, está muy bien montado y te da una idea bastante buena de como se desarrolló la dictadura en este país, desde el golpe de estado hasta el fin de la misma. Entre vellos de punta, ojos llorosos y curiosidad, te invade hasta lo mas hondo una sensación de rabia tremenda, no sólo por lo que allí se ve, si no por que somos conscientes de que esas mismas cosas están pasando aun a día de hoy en otros lugares del globo. Eso sí, tenemos que volver otro día por que para conservar bien los documentos tienen el aire acondicionado a todo trapo, así que como íbamos en manguita corta, después de hora y media en aquellas dependencias, nos pudo el frío.

  Sin saberlo, a la salida del museo nos esperaba otro momento de impacto, pero agradable en este caso. Junto a la boca de metro por la que nos volvíamos, hay un parque que comparte nombre con dicha boca, “Quinta Normal”, unas 40 ha de zonas verdes, bancos, fuentes y estanques. Ya nos habían comentado que las familias que no puede irse de vacaciones acuden los domingos a los parques como nosotros a la playa. Pero no imaginábamos de que manera, aquello era como la Caleta o Santa María un domingo de julio. Las familias con sus conjuntos de mesas, sillas y neveras, los niños corriendo por las fuentes en bañador y tirándose a los estanques, shows de malabaristas y payasos, funciones de títeres, niños pintando, perros jugando, abuelos paseando, gente leyendo a la sombra de los árboles, púberes jugando al fútbol, vendores ambulantes y como no, predicadores de tres al cuarto vendiendo la palabra de dios. ¡Impresionante!

  Bueno, en vista de que el día de ayer transcurrió de manera tranquila, y de que me extendido hoy más de la cuenta. Me despido hasta la próxima entrega. Parece que los fines de semana dan de si.

  Continuará...

PD: “Tacones y algo más” http://www.youtube.com/watch?v=F7A2pQnP6a0







viernes, 17 de enero de 2014

17 de Enero de 2014

  Hoy hace 29 años que vino al mundo una persona muy especial para mí. Así que quiero dedicarle esta entrada con todo mi cariño. ¡Felicidades Hermano! Te echo de menos.

  Una vez mas, he dejado transcurrir tres días para acumular experiencias y sensaciones que contar. ¡Ya tenemos casa! ¡Y Bea ya tiene celular! Bien por los peruanos.

  La casa es una maravilla, nos encanta, está en un piso decimoquinto, es muy luminosa, está bien ubicada, tiene todo el mobiliario nuevo, y el edificio pone todos los pijeríos posibles a nuestra disposición: gimnasio, sauna, spa, sala de pool (un billar de toda la vida), piscina, terraza para los asados con barbacoas, o quinchos como se llaman aquí. Vamos un edificio de “cuicos”, que es el término empleado para lo que nosotros llamamos pijos. Pero no preocuparse que seguiremos siendo nosotros mismos. Lo que no quita que disfrutaremos de todas y cada una de las ventajas de vivir aquí.

  Y no os podéis imaginar la tranquilidad que da la posibilidad de comunicarme con Bea, que llevábamos una semana sin poder saber el paradero del otro y no ha sido muy agradable. De hecho, acabo de recibir un WhatsApp suyo contándome que ha llegado bien al curro, a pesar de que el microbús que enlaza el metro con el hospital se ha retrasado un poco. ¡Así si!

  Eso sí, como podéis imaginaros, entre el traslado, el equipar la casa, y las múltiples lavadoras de ropa sucia acumulada, no ha habido hueco para la vida social, y tampoco para pasear. Así que es posible que la presente entrada os esté resultando un poco tediosa.

  De todas las tareas que hemos realizado en estos días, las mas cansinas han sido las compras. Todo el día a vueltas con los distintos supermercados del barrio. Y es que es una locura, en un súper hay café pero no hay filtros de cafetera. En otro tienen los filtros pero no tienen café. En uno tienen fregona, pero no tienen cubo. En otro tiene cubo pero no fregona. Muy divertido. Por supuesto ya tengo ubicados también los bazares, las ferreterías, las panaderías y los comercios de todo tipo. Y una cosa que tengo muchas ganas de descubrir, los mercados ambulantes, hoy ponen uno en el barrio que pienso visitar en un rato. Ya os contaré que tal en mi próxima entrada.

  Por cierto, en cuanto a lo último que escribí quisiera comentar dos cuestiones. La primera de ellas es que el Pisco no es de origen chileno, aunque está tan arraigado en la cultura local que me hizo pensar que si lo era. Es de origen peruano. Mis disculpas al Perú. Por otro lado, os sorprendería que no volviera a hacer mención a las arañas. Simple terapia. Intentaba olvidarlas. Pero como me han asegurado que el edificio es tan nuevo que las malditas no han tenido tiempo de instalarse, se está disipando mi fobia.

  Estoy leyendo un libro muy recomendable de la Allende, “Inés del Alma mía”, más que nada por tener una idea de la historia de este hermoso país. Y la verdad es que empiezo a ubicar a numerosos personajes cuyos nombres son ostentados por diversas calles y plazas de esta urbe.

  ¡Ah! Y esta tarde recojo otra herramienta que preveo que nos va a ser muy útil. Le hemos comprado una bicicleta a Ale. Aquí anda mucha gente en bici, ya que el transporte público, si bien no está mal del todo, no cubre todas las zonas. Y para aquello de ir a comprar el café me va a venir muy bien.

  A ver que nos depara el inminente fin de semana.


  Continuará...




martes, 14 de enero de 2014

14 de Enero de 2014



  Tan solo han pasado tres días desde la última vez que escribí, y ya tengo cosas que contar. Para empezar, el día que publiqué la entrada anterior estuve en un sin vivir, ya que Bea aún no tiene móvil chileno, mejor dicho celular, sobre todo por aquello de ir haciéndome a los términos locales; así que como estuve bastantes horas sin saber de ella por imposibilidad de comunicarnos, anduve preocupado, y por el mismo motivo, no pude moverme del apartamento hasta que ella apareció, cosa que no ocurrió hasta las nueve de la noche aproximadamente. Hoy andamos igual, con la salvedad de que sabemos a qué hora saldrá y así al menos tengo movilidad mientras tanto. Pero bueno, a ver si se arregla ya lo del móvil de Bea. Se lo dejamos ayer a unos peruanos que hacen magia con estos aparatos. Lo que no pudimos hacer en España, lo consiguen ellos en unas veinticuatro horas (espero).

  Bien, pues entrando Bea por la puerta, mi celular sonaba, de nuevo nuestro amigo gaditano residente en Mendoza. Llamaba para invitarnos a una “cevichada” en casa de unos amigos chilenos. Así que sin dudarlo fuimos a su encuentro. Una “cevichada” no es otra cosa que hartarse de ceviche, que es una comida bastante común en américa latina que se hace a base de pescado, salsas y aliños varios. Curiosamente comparte con el gazpacho la falta de unificación de criterios, ya que en cada casa se elabora de manera diferente, y al igual que éste, lo pruebes donde lo pruebes está súper rico. Ya de camino al lugar, la suerte nos sonreía una vez más, a unos cinco metros de un bar de copas, un turulo de color azul me llamó la atención en la acera. ¡Un billete de diez lucas! Algún viciosillo salió tan puesto del bar que despistó tan útil herramienta para ciertos menesteres y la dejó a merced de la calle y el azar. Azar que aprovechamos para que no faltara la cerveza en las primeras horas de la “cevichada”.  Y digo primeras, porque estos chilenos tienen carrete para rato. Por cierto, diez lucas son diez mil pesos chilenos, que vienen a ser como unos quince euros. Usan ese término para recortar cifras, de forma que si va detrás de un número, sólo tenemos que multiplicarlo por mil.

  Ni que decir tiene que la cerveza escogida fue la oriunda Escudo, a la cual me estoy acostumbrando con suma facilidad. ¿Será porque está rica? Otra cosa que me encanta, además de la Escudo, es que mantienen el sistema de cascos retornables, y la gente tiene unas cestitas metálicas en donde van metiendo los cascos hasta que toca ir a comprar de nuevo. La noche fue genial, la gente estupenda y el ceviche muy rico, la única pega es que se nos hizo corta, ya que a eso de las tres de la madrugada nos retiramos a consecuencia del agotamiento. Mientras que aquello se extendió, según fuentes fidedignas, hasta las claras del día.

  El domingo no fue tal y como teníamos planeado, ya que la noche del sábado pasó factura al personal. Aun así, transcurrió de forma agradable. Comimos en un restaurante peruano, donde por fin pude probar la bebida espirituosa de la tierra, el pisco sour. ¡Que rico! Y por eso mismo, que peligroso, porque se sube a la cabeza de forma rápida y letal. Tras el estupendo almuerzo nos fuimos a casa de nuestro amigo Ale a disfrutar de una agradable sobremesa comiendo uvas en el patio. Y después de ese ratito de paz, nos despedimos de nuestro amigo Pareja, y su encantadora compañera, que partían esa noche para tierras Argentinas. Gracias a los tres por los momentos que nos habéis ofrecido y las puertas que nos habéis abierto.

  El día de ayer estuvimos dando vueltas por el centro de esta urbe, en la que a pesar de su disparatado ritmo cardíaco, uno puede pasear tranquilamente. Impresionante la cantidad de profetas callejeros que aparecen en sus calles alabando a Cristo,  la cantidad de saltimbanquis, músicos y malabaristas que inundan los semáforos y las bocas de metro, las carpitas que aparecen de repente donde videntes de andar por casa auguran el devenir de la gente, los clubes de ajedrez que consisten en decenas de mesas de playa con el tablero pintando en el centro. E impresionantes, como no, las empanadas que puedes degustar en cualquier rincón. Creo que me voy a hacer a esta ciudad.

  Continuara….




sábado, 11 de enero de 2014

11 de Enero de 2014



  Buenas, soy Joaquín, aunque hasta ahora me llamaban Joaqui, y desde hace un par de días, están empezando a llamarme por mi nombre completo: José Joaquín. ¿Por qué? Pues porque desde hace unas 48 horas soy residente de Santiago, y no precisamente de Compostela; y aquí, la gente común, y la no tan común también, tiene dos nombres y se suelen hacer llamar por ambos. Supongo que terminaré acostumbrándome. Se preguntarán que como he llegado aquí, aunque seguro que más de uno y más de dos conocen la respuesta. En efecto, somos de esa nueva ola migratoria que huye de España para buscarse las habichuelas, y digo somos porque vengo con mi mujer, Bea, a la que espero que vayáis conociendo en cuanto se anime a escribir alguna entrada. Por cierto digo “mi mujer” para que nos entendamos, pero de mía nada. Ella es suya y de nadie más, otra cosa es que quiera compartir su vida conmigo. ¡Ah! Y odio la modita de llamarnos jóvenes aventureros, o expatriados, o algunos eufemismos por el estilo, no señor, somos emigrantes en toda regla, en busca de una oportunidad lejos de nuestras casas, ya que en nuestro hogar no se nos ofrecen muchas o mejor dicho ninguna. Eso sí, al margen de que el leiv motiv de semejante empresa sea deleznable, afrontamos el asunto con ganas y con actitud positiva. Dicho esto, mi objetivo con este blog, no es otro que el de compartir con quien lo desee nuestra experiencia.

  Empezaré por el principio. En junio del recién fenecido 2013, le surgió a Bea la opción de trabajar en Chile, y teniendo en cuenta que las condiciones del contrato eran bastante buenas, nos lo planteamos seriamente y tomamos la decisión. ¡Nos vamos a Chile! Así pues, después de seis meses de papeleo para poder formalizar el asunto, el recién pasado miércoles ocho de enero partimos de la estación de trenes de Cádiz entre los abrazos y la emoción de los nuestros, y como no, de nosotros mismos. De ese modo, con lágrimas en los ojos, pero cargados de ilusión, partimos en dirección a Barajas. Y en el propio vuelo de Madrid a Buenos Aires ya vivimos la primera situación digna de mención. Tras unas tres horas de vuelo, recién dejada atrás la costa africana, solicitaron la intervención de un médico para atender a una chica con disnea, un ataque de ansiedad y una anemia de base. Lo mejor del asunto es que trasladaron a la afectada a primera clase, y con ella, a la doctora que la atendía que no era otra que Bea. Lo más impactante es que el comandante declinó en ella la responsabilidad de decidir si se realizaba un aterrizaje forzoso en Dakar para dejar a la paciente allí y solicitar una ambulancia. Bea no se arredró, y evaluando la situación decidió seguir adelante. ¡Dos ovarios!

  Por fin, después de un pesado viaje de veintinueve horas, por fin arribamos a Santiago. Llevamos aquí dos días y medio, y todo va sobre ruedas, con la única excepción de que me estoy obsesionando con la araña de rincón (Loxosceles laeta), una pequeña hija de puta que habita en nueve de cada diez hogares chilenos y cuya mordedura puede ser letal, empecé indagando sobre ella y como resultado casi no pego ojo por las noches. Y yo pensando que lo que más miedo me daba de este país era su idilio con los temblores, para que al final venga a joderme mucho más un pequeño animalillo de ocho patas.

  Al margen de esto, que es una asignatura que tengo que trabajar, sobre todo psicológicamente, las sensaciones que llevamos no pueden ser mejores.

  La gente de este lugar es super amable, sobre todo teniendo en cuenta que se lleva el ritmo de vida habitual en cualquier gran capital. Por otro lado, las labores de “relocation”  que está llevando a cabo la consultora encargada de gestionar el contrato de Bea nos están facilitando mucho las cosas. Ya hemos encontrado casa, en la que esperamos instalarnos el próximo miércoles. Ya tenemos un comienzo de vida social gracias a un gaditano al que no conocíamos pero con el que nos unen amistades comunes (Cádiz es un pueblito como dirían aquí). Ale nos ha acogido calurosamente y ya en la noche de ayer disfrutamos de un asado en una compañía muy agradable y cosmopolita. Para mayor regocijo mío, uno de los asistentes a dicho evento, era otro gaditano, amigo desde la adolescencia y que reside en Mendoza por amor. ¡Me encantó encontrarme con él en Santiago! Por cierto, espero poder verlo de nuevo, ya que hasta el lunes no parte para Mendoza.

  Por lo demás, esta mañana ha acudido Bea por primera vez a su lugar de trabajo, el Hospital de San José en la comuna de Independencia. Todavía no ha vuelto, así que aún no tengo noticias de sus primeras impresiones.

  Así que lo dicho, al margen de las puñeteras arañas, muy buenas sensaciones. Eso sí, de momento la sobrecarga de información es brutal, así que tenemos que ir reposándola y ordenándola en nuestras cabezas. ¡Salud!

  Continuara….