lunes, 3 de febrero de 2014

3 de Febrero de 2014

  Casi una semana desde la última vez que me senté a escribir un rato. Definitivamente, he estado muy entretenido.

  Para empezar he de decir que ya he pasado por una primera experiencia negativa, que no todo iba a ser jauja. El pasado miércoles me sustrajeron el celular en la micro, que es como llaman aquí a los autobuses de línea. Ni que decir tiene que el enfado mayor fue conmigo mismo, porque si bien es cierto que esto no transmite sensación de peligro para nada, no deja de ser una gran ciudad y uno debe tener ciertas precauciones, como por ejemplo no llevar el móvil en el bolsillo cuando se usa el transporte público. Por suerte, como aquí roban móviles a diario, puedes bloquear tu número aunque sea de prepago y asignárselo luego a un nuevo teléfono, así que al menos mantengo mi número chileno, cosa que me alegra bastante, ya que había sacado una tirada de tarjetas de visita adaptadas a Chile y con mis datos de aquí, entre otros, el número de teléfono chileno.

  Eso sí, no os he contado a donde nos dirigíamos en la micro. Íbamos al hotel que regentan los padres de nuestro amigo Camilo, y donde él trabaja, “Casa Muriel”, un oasis en medio de la urbe decorado con muy buen gusto y mucha creatividad. Los padres resultaron ser gente bacán (de gran categoría), y terminamos picando cosas ricas de la tierra acompañadas de unos tragos exquisitos de pisco sour preparados por el padre de Camilo, nuestro nuevo amigo Juan. Ni que decir tiene que enseguida relativicé la pérdida del móvil y me dejé imbuir de la buena onda que se respiraba. Así que entre una agradable conversación, quesos ahumados, palmitos, paltas y tragos, se nos fueron las horas, lo que nos pasó factura al día siguiente, ya que teníamos que estar operativos, principalmente Bea para ir al hospital.

  El próximo día nos deparaba otra nueva y excitante experiencia. Habíamos quedado con Juan y Camilo para ir a la cancha del Universidad de Chile, equipo de fútbol local que jugaba partido de copa libertadores contra el Guaraní de Paraguay. Fuimos a fondo norte, aunque aquí se dicen galerías. En la galería sur se ubican las barras más aguerridas, de hecho, allí tuvo lugar un episodio con bengalas, las cuales, aun estando prohibidas, hicieron su aparición en masa y se paró el partido creándose el riesgo de una posible suspensión del mismo. Finalmente, se apagaron las bengalas y se reanudó el juego. Ganó uno a cero la U, que así llaman aquí al equipo en cuestión, ¿y a que no adivináis cómo fue el primer gol que hemos visto en Chile? Pues sí, de chilena. Eso sí, lo marcó un uruguayo. Tras el partido Juan tuvo la amabilidad de acercarnos hasta casa, pero dejamos a Camilo en la cancha, ya que realiza las crónicas de los partidos para una página web, y al término del encuentro se fue a camerinos a entrevistar a los jugadores.

  El viernes fue un día intenso de trabajo, Bea tuvo turno de doce horas, y yo estuve toda la mañana preparando una reunión que tuve por la tarde y que fue bastante bien. Así que, como además habíamos quedado al día siguiente para irnos al Cajón del Maipo a hacer un asado, nos acostamos tempranito como niños buenos.

  Como acabo de decir, el sábado nos fuimos con Camilo, Juan y María Eugenia a la cordillera, a una zona llamada el Cajón del Maipo que es frecuentada los fines de semana por los santiaguinos. Lo primero que me llamó la atención es que cuesta encontrar un sitio libre donde ubicarse, y no me refiero a libre de gente, sino a que sea público, ya que la inmensa mayoría del terreno anexo al río, que por cierto es el río Maipo y de ahí el nombre del paraje, se encuentra vallado y debes pagar para poder entrar en alguna de las parcelas en donde suele haber mesas, bancos y quinchos, vamos, como en la zonas recreativas de España pero de pago. Aquí todo es negocio o mercancía, el neoliberalismo se da de forma salvaje, pero bueno, algunas pegas tiene que tener el país y esa es la mayor de todas. Como dije antes, a pesar de que todo marche bien y de nuestra actitud positiva, esto no es jauja. Así que después de varias paradas e incursiones exploratorias, encontramos un lugar ideal donde ubicarnos, eso sí, soplaba un viento racheado bastante coñazo, pero estábamos tan a gusto que merecía la pena aguantar un poco al dios Eolo. Ya por la tarde nos movimos a un lugar más resguardado con la mala suerte de que había un avispero, así que nuestro amigo Juan se volvió al sitio anterior sentenciando que prefería el viento a las avispas. Después de comer como auténticos vikingos nos acercamos a un pueblo llamado San José del Maipo, que es el más grande de la zona, y dimos una vuelta por allí. Llegamos a casa reventados, aun así, sacamos fuerzas para quedar con Camilo para echar unas partidas de truco y tomarnos unos vinos.

  Ayer nos levantamos cansados, pero una visita a la feria con su correspondiente compra de pescado, y nos devolvió la vida una corvina al horno con abundante guarnición de papas y verduras. Pasamos la tarde viendo el concurso del Falla, y por cierto, a nuestro amigo David le hizo mucha gracia la chirigota Lo Siento Patxi no todo el Mundo Puede Ser de Euskadi, a nosotros nos pareció genial, han dejado el listón alto en la modalidad.

  Continuará...



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