lunes, 10 de febrero de 2014

10 de Febrero de 2014

  Si la última vez casi transcurre una semana entre entrada y entrada, esta vez sí que ha pasado una semana en toda regla desde que escribiera algo. Y no ha sido ni por falta de ganas ni por falta de cosas por contar, pero es que estamos abrumados con tanta vida social, parece que lleváramos aquí desde pequeños. De hecho me cuesta ordenar en mi cabeza todos los eventos que han tenido lugar en estos días, así que disculpadme si me tomo la licencia de ir contando a placer lo que me plazca.

  Lo primero que me tiene alucinado es que he descubierto el animal más carnívoro del mundo, el chileno, esta gente comen carne como si no hubiera un mañana. En serio. El domingo me levanté con fatiga del hartón de carne que nos dimos el sábado, carne en la mañana, carne en la tarde y carne en la noche, horroroso. Menos mal que el domingo teníamos otro asado y se cambió el menú por paella. Paella que por cierto hizo el menda para deleitar a unos quince comensales y he de decir que parece que quedó estupenda, aunque creo que fue gracias a la excelente materia prima que aportó el anfitrión, Mario, un médico cubano que lleva aquí ya bastantes años y que es compañero de Bea en el Hospital San José. Por cierto Bea no se quedó atrás y preparó un salmorejo exquisito, que hizo las delicias del personal. Por cierto, gente bacán, tanto Mario como su mujer, Ana, y todos y cada uno de los amigos que por allí desfilaron. Y yo súper integrado, les gané al dominó, que por cierto aquí se juega en pareja y llegan hasta el nueve doble; canté (o lo intenté), cociné, me bañé sendas veces en la estupenda piscina que tenían, y no sé cuantas cosas más. O no me vuelven a invitar en la vida o me llaman para que me apunte a todas. Ya veremos.

  El sábado fue un gran día también. Aparte de comer carne cual manada de leones, nos levantamos a buena hora y tras su ducha correspondiente nos fuimos al persa o bío bío, un megamercado que no cabría en ningún lugar de Cádiz. Galpones y más galpones con objetos imposibles, nuevos o usados, del pasado o del futuro, útiles o inservibles, duraderos o fungibles, pero todos ellos conformando el gran mosaico de locura que es el persa. Muy interesante también el sector donde se ubica, el matadero, que precisamente de eso hacía las veces tiempo atrás, y precisamente por eso, era uno de los lugares más peligrosos para deambular ya que la inmensa mayoría de sus convecinos iban armados con sendas herramientas de matarifes. Por suerte a día de hoy ya no se realizan estas prácticas en el barrio y se puede pasear tranquilamente. Pues bien, inmersos en la locura deambulábamos en busca de un perchero, y llamó Camilo que estaba de camino. Salimos a esperarlo y de repente apareció David, que por cierto ya se ha emancipado. Camilo resultó venir con un amigo en el auto de éste. Nacho, un fotógrafo principalmente culinario que se sumó a echar el día con nosotros. Así que con semejante y magnífica pandilla nos perdimos por el persa y culminamos el paseo con un almuerzo en el pipeño, ahí empezó el atracón de carne, pero después lo continuamos con un asado en nuestra azotea, que ya teníamos ganas de estrenarla, una pasada hacer un asado nocturno en un piso dieciséis. Por cierto, frente al restaurante donde almorzamos se encuentra la bodega del mismo nombre, en la que venden un licor enguindado que es una maravilla.

  El viernes fuimos a Casa Muriel a hacer cena española, tortillas de papas y sangría. Y estuvimos con amigos de Camilo echando un rato estupendo. Por cierto, creí que iba a desordenar más el orden cronológico y al final parece que está quedando ordenado, pero eso sí, de adelante a atrás. El hotel que regentan los padres de Camilo es una maravilla, no sé si lo he dicho antes, pero es que nos encanta. ¡Ah! Y gracias a Casa Muriel tengo un nuevo amigo, pero cuadrúpedo, el Dylan, un cruce de pastor belga con labrador del tamaño de un pony, y que tira como un miura, pero es tan bueno... tiene como año y medio, y como Juan y María Eugenia están de viaje, Camilo no puede ir a darle de comer por la tarde. Así que voy yo y además lo saco a pasear. O mejor dicho, el me saca a mi.

  ¡Ah! Una cuestión que quiero ir aclarando antes de que se me olvide, sobre todo porque Juanita, como buena madre, se preocupa por mi imagen. No es que estemos todo el día de fiesta, lo que pasa es que me ahorro las cuestiones del tedio y la rutina y os transmito solo lo que me apetece destacar. Que Bea trabaja como una campeona y yo me levanto con ella cada mañana a las seis y media para hacerle el desayuno mientras se ducha y ya me quedo operativo para todo el día.

  El primer día que fuí a sacar al Dylan me acompañó David, y a la vuelta entramos en la Casa Vasca, ni un cuarto de hora y ya estaba David jugando al mus con los miembros de tan curioso club, en el que se juega al mus, a la pelota vasca, se dan clases de euskera, hay un coro de folklore vasco, un grupo de baile y no sé cuantas cosas más.

  Hoy estamos poniéndonos al día con el Falla viendo lo que nos hemos perdido este fin de semana. De momento lo que más me ha gustado es el coro de los niños, no sé si será que con eso de la distancia me está tirando lo más castizo, pero sin duda tanto Nandi como su gente han hecho un gran trabajo.


  Continuará...



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